domingo, 6 de junio de 2010

CABIZBAJO EN DHARAMSALA

Y como sí que pudo ser, me habían robado, el viaje de siete horas hasta Dharamsala intenté hacerlo lo menos apesadumbrado posible, pensando en cómo resolver el problema, en lugar de en qué me había pasado, pero solo lo conseguí a medias.


El autobus se dirigió en dirección norte adentrándose en las montañas para llegar a Dharamsala a las 19 horas. Busqué un hotel y un monje budista me dijo que siguiera carretera arriba y así lo hice. Elegí un hotel de entre cuatro cuando comenzaba a llover. Afortunadamente la habitación estaba muy bien, amplia, todo ventanas con un estupendo balcón que daba al valle, todo rodeado de bosque. También disponía de un televisor con 60 canales, y que dar la vuelta ya llevaba su tiempo. Me vi Death Proof, de Tarantino, buena.

Al día siguiente, día 28 de mayo de 2010, viernes, me levanté tarde porque llovía a mares, todo rodeado de bruma. Visité Dharamsala en busca de un hotel más económico y cuando caminaba, podía observar la fealdad y la nadería que era aquel lugar. Además no veía a ningún tibetano, ni turistas, ¿dónde estaba?

En la oficina de turismo del lugar me pusieron al corriente que el Dharamsala de los tibetanos, donde vive el Dalai Lama y su cohorte del gobierno en el exilio, es en Upper Dharamsala, o McLeod Ganj.

Me cogí un autobus que cubre los 9 km que separan ambos lugares, una carretera que transcurre por laderas cubiertas de altos abetos, y cuyas curvas el bus apenas consigue rodear, para gran vértigo del que os escribe. Cuando llegué a este pueblo escocés (es una broma, sigo en Dharmasala, pero no sé de donde viene este nombre de McLeod, igual es por el protagonista de Los Inmortales). Decía que cuando llegué, ya vi otra cosa, tráfico desproporcionado, multitud de tibetanos, monjes budistas, también hindúes. Turistas de todas clases, muchos israelitas, europeos y estadounidenses, muchos vestidos al estilo hindú. También muchs turistas indios, sobre todo Sikhs.

Recorrí las calles de McLeod y estuve preguntando en varios hoteles para alojarme al día siguiente.

Al caer la tarde, con niebla y chispeando, me volví al hotel, cené y me estuve viendo un rato Indiana Jones y el misterio de la calavera de cristal, pero no pude terminarla, es demasiado mala ¿por qué Spielberg, por qué Lucas?

El sábado también amaneció con una fuerte tormenta de lluvia y viento, pero como a las 10 horas, la cosa se calmó. Ya en McLeod Ganj me alojé en un sitio de precio aceptable y que no estaba lleno. Resultó ser un guesthouse llevado por monjes, anexo a otro edificio que debía ser un monasterio feo, es decir, un edificio de hormigón utilizado para esos fines. La fiesta estaba asegurada. Por las tardes los monjes salían al patio a dar palmadas y a hablarse a voces, luego también estaban los monos que andaban a la gresca con los perros, lo cuales se dedicaban a ladrar por la noche. Por lo demás, en el hotel estaba acompañado por dos tibetanos que sólo los veía llegar y salir, y por una israelita que se marchó. Esta mujer me dio una buena pista ya que, un lujoso hotel, unos metros ladera arriba tenía wifi. Así que un día me fui a comer allí, les pedí acceso al wifi y ya pude disfrutrar desde mi alojamiento de internet gratis, no sin problemas de cobertura.

Enseguida intenté solucionar el problema de la cámara de fotos, no podía continuar sin cámara, y en una tiendecita llevada por dos tipos muy simpáticos, me intentaron conseguir otra como la perdida, pero no fue posible. No sabía qué hacer, quizás marchar a Nueva Delhi para comprarla y regresar. Buscando en internet encontré en eBay de India una tienda en Chennai (en la otra punta del país) que la vendían. Hablé con la gente del hotel para ver si habría problemas en recibir un paquete. También escribí a la tienda para saber en cuánto tiempo podría recibirlo, explicándoles mis cuitas. Me dijeron que en un par de días. Así, hice el pedido y recibí la nueva, e igual cámara, dos días y medio después y en perfectas condiciones.


Un día que iba a hacer una mini excursión, antes de recibir la cámara, me encontré la calle principal de McLeod Ganj llena de gente a ambos lados. Le pregunté a un policeman y me dijo que en quince minutos llegaría el Dalai Lama. Así que me aposté yo también allí a la espera del magno momento. A la media hora llegó como en Bienvenido Mr. Marshall, algo que yo suponía que iba a suceder. Le vi un instante saludando a la gente desde el interior del coche. El Dalai Lama se pasa la mayor parte del tiempo fuera de este lugar con reuniones y conferencias; es la reencarnación del buda de la compasión, un buda que está en este mundo para hacer gestiones: es lo que le ha tocado.


Una vez con la cámara ya hice las visitas de rigor por el lugar. Visité la iglesia anglicana de St. John, de estilo neogótico del siglo XIX, un lugar encantador e igual hasta encantado, rodeado de enormes abetos y con numerosas tumbas por los alrededores, de cuando aquí estaban apostados los ingleses.


También visité el templo sede del gobierno tibetano en el exilio. Miré las condiciones para tener audiencia con su santidad, pero me pareció que tenía pocas posibilidades de que me recibiera. El templo-sede es un edificio grande y alargado de hormigón con numerosos espacios abiertos y repleto de monjes de color burdeos que por la tarde unos se ponen a recitar mantras sentados en el suelo con los pies cruzados reunidos en círculo. Estuve allí un rato y pude observar que buena parte de ellos no estaban en absoluto atentos o concentrados, sino que andaban inquietos y mirando de vez en cuando a los lados.


Otros monjes se reunían en un patio cubierto de telas tensadas sobre mástiles de acero, y se recreaban con sus conocida técnica del vociferío y las palmadas.



En este edificio con mínimo gusto, nada que ver con la arquitectura típica tibetana, me llamó la atención la sensibilidad por los árboles de estas personas, puesto que el edificio estaba construido entre algunos abetos de ramas inferiores recortadas, y que atravesaban las plantas a través de orificios en el hormigón.


McLeod Ganj, situado en la cima de una monte alargado en dirección norte-sur, está plagado de comercio de hindúes y especialmente de tibetanos, y donde hay tibetanos se nota porque el exilio les ha dado una perspectiva que hace que sepan satisfacer las necesidades del turista extranjero: hoteles, restaurantes y cafeterías muy aseados y eficientes, además de contar muchos de ellos con wifi.
Si no fuera por la belleza del entorno, el sitio sería horrendo, pues todos los edificios son de hormigón sin ningún espacio para la belleza. Además, está plagado de fourbyfour, coches, fragonetas y motos que se empeñan en pitar constantemente. Los claxones indios son terriblemente agudos, persistentes y sonoros. También hay vacas circulando a su libre albedrío, sobre todo un modelo miniatura que vive por las montañas del Himalaya.


Tenía pensado hacer alguna actividad más importante en Dharamsala, como haberme apuntado a un curso de una semana de meditación vipasana, pero no podía porque tenía que esperar la cámara; o un curso en el centro de montañismo, pero que no me atendieron cuando fui a preguntar. Así que una vez recibida la cámara y hechas las fotos de rigor, me informé para viajar a Manali, también en Himachal Pradesh, más metido en el interior del Himalaya, y en la ruta a Ladakh atravesando las montañas.

Así que el 4 de junio, por la noche, partí hacia Manali en medio de una gran tormenta. Pasé mucho frío, pues yo no había pensado en esta meteorología; iba solo con una camisa. El autobús, claro, no tenía calefacción, y hasta se le colaba el agua por las ventanillas.


4 comentarios:

  1. Me alegro de que hayas conseguido una cámara igual!
    Espero que no te hayas agarrado una pulmonía o algo de eso...

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  2. Qué bien que volvemos a tener otra vez ojos.
    Que buen truco lo de mangar el Wi-Fi, luego te roban la cámara y te enfadas, no es justo, je,je,...

    EMILIO

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  3. Me alegro que tengas ya nueva cámara... te aseguro que sé lo que se siente sin ella para plasmar lo que ves!

    pero... todo continua, todo sigue!

    Ánimo!

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  4. Estas seguro que la cámara era nueva, no sería la tuya y te han hecho la trece catorce. Ya te dije que no hablarás con nadie desconocido, si no hubieras hablado igual no te hubieran robado. Piensa en ello. No hay barberías, córtate el pelo, tío, y si no déjate barba también, así no te molestaran, porque pueden llegar a pensar que eres un talibán y ya verás como no te hacen nada. Te quiero más de lo que crees

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